Un devastador terremoto ha azotado las regiones de Turquía y Siria, causando más de 16.000 víctimas fatales y dejando a más de 62.000 personas heridas. La búsqueda y rescate de sobrevivientes se ha visto complicada por las condiciones climáticas heladas y la falta de infraestructura en Siria, que además está afectada por una década de guerra civil.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha declarado el estado de emergencia en 10 provincias y ha reconocido las "deficiencias" en la respuesta del gobierno ante el desastre. Más de 12.000 miembros del personal turco de búsqueda y rescate están trabajando en las áreas afectadas, junto con 9.000 soldados.
En Siria, la situación es aún más difícil, ya que el corredor humanitario entre Turquía y Siria no ha sido recuperado y la acción de los grupos de rescate enviados por el gobierno de Damasco se ve dificultada por el control del sector afectado por los rebeldes. La organización Médicos Sin Fronteras ha reclamado la reapertura del único paso humanitario entre Turquía y el noroeste de Siria, donde faltan suministros básicos como combustible, electricidad, agua y medidas sanitarias adecuadas.
El jefe de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha señalado que el tiempo se está agotando para los miles de heridos y desaparecidos entre los escombros.
A pesar de las críticas, el presidente turco ha destacado que es imposible estar preparado para un desastre de esta magnitud y ha señalado las dificultades iniciales con los aeropuertos y carreteras, pero ha reconocido la necesidad de tomar medidas para exigir construcciones antisísmicas en el país, que está ubicado en una zona de fallas geológicas con terremotos constantes.